Interview Solar Magazine

2018
Seduction and the risk of losing it forever.

Seduction is a universal, primal language - an animal instinct, a matter of survival, of continuation. To seduce is to hunt, to provide, to kindle the flame: a primal activity encoded in our DNA. As a species that has been around for about 315,000 years, it's time to distinguish between the animal and the human, between the essential, the acceptable, the surpassed, and the condemnable. It's time to focus on the power that gives us the ability to decide and to take responsibility for each of our actions, with the hope of making this world a better place for the five kingdoms (Plantae, Animalia, Fungi, Protista, and Monera).

Oh, the seduction! Its allure is unrelenting, a scent that lingers and tugs at our very will, threatening to tear it asunder. Disguised in the form of a gaze, a kiss, a solitary or shared climax, this yearning for life's pleasures is almost akin to an endangered species in 2018. It's like the cub of a fearsome dragon that must be protected, nurtured, and, ultimately, allowed to devour you. Jurij Treskow, the Belarusian photographer, stands as its staunch defender, armed with a lens and an objective as his secret weapons.

At the age of three, Treskow first picked up a camera. His grandfather, an amateur photographer, would use old cameras as building blocks to create his own imaginary worlds, like precious Lego pieces in the final moments of the Soviet Union. Three decades have passed, yet the camera still serves as Treskow's tool for capturing his fantasies. His work is greatly influenced by iconic photographers such as Avedon, Newton, Bourdin, and Penn.

In an industry plagued by scandals and demands, Treskow rescues the subtle language of seduction and the power of a heel, which "makes a woman feel stronger and more dominant, giving her control." For Treskow, a woman's lethal weapon and infallible seduction tool is her sense of humor.
ORIGINAL IN SPANISH

La seducción y el riesgo de perderla para siempre

La seducción es un lenguaje universal, animal, es cuestión de supervivencia, de continuidad. Seducir es como cazar, como proveer, como encender el fuego: es una actividad primaria encriptada en nuestro ADN. Con unos 315 000 años como especie, es hora de discernir entre la bestia y el humano, entre lo indispensable, lo aceptable, lo superado y lo reprobable. Es hora de enfundarnos en el poder que nos da la decisión y hacernos responsables de cada una de ellas, intentando, ojalá, hacer de este mundo un mejor lugar para los cinco reinos (Plantae, Animalia, Fungi, Protista y Monera).

Pero la seducción. ¡La seducción! Ese inquietante olor que no deja de palpitar, que tira de toda nuestra voluntad y la puede hacer añicos. Esas ganas de vivir disfrazadas de una mirada, de un beso, de un orgasmo solitario o compartido. La seducción, en el 2018, se antoja casi como un animal en peligro de extinción, como el cachorro de un temible dragón que hay que cuidar, nutrir y, finalmente, permitir que te devore. El fotógrafo bielorruso Jurij Treskow es su férreo defensor, armado de lente y objetivo como armas secretas.

Treskow cogió una cámara por primera vez a los tres años de edad. Su padre era un fotógrafo aficionado y coleccionaba cámaras antiguas que él usaba como bloques de construcción para edificar sus mundos de fantasía, como trozos preciados de Lego en los últimos respiros de la Unión Soviética. Tres décadas después, la cámara fotográfica sigue siendo el elemento que utiliza para atrapar sus fantasías. Sus principales influencias son Avedon, Newton, Bourdin y Penn.

En nuestra industria, plagada de escándalos y demandas, Treskow rescata el sutil lenguaje de la seducción y el poder que puede tener un tacón, que «hace que una mujer se sienta más fuerte y dominante, le da el control». ¿Cuál es el arma letal de la mujer, su herramienta de seducción infalible? «El sentido del humor», dice Treskow.